05.07.2013 | economía y trabajadores
Por Carlos Marín.
La falacia de los argumentos neoliberales, que encubren una crítica a la redistribución de riqueza y producción. Muchas veces se recurre a muletillas, o más bien dicho como diría “Don Arturo”, a zonceras que se instalan y terminan como “verdades reveladas”. Una de ellas es que los aumentos de salarios presionan sobre el mercado y el consumo tendiendo a producir brotes o rebrotes inflacionarios.
Muchas veces se recurre a muletillas, o más bien dicho como diría “Don Arturo”, a zonceras que se instalan y terminan como “verdades reveladas”. Una de ellas es que los aumentos de salarios presionan sobre el mercado y el consumo tendiendo a producir brotes o rebrotes inflacionarios. La propia Presidenta de la Nación en su discurso de presentación de los candidatos del FPV aludió a ello, manifestando que no le echen la culpa a los trabajadores La zoncera se caracteriza por partir de una premisa dogmática falsa, pero con costados verosímiles, sobre la cual se monta una construcción lógica que al mejor estilo de un sofisma pasa a instalarse como verdad. En cierta lógica lineal pareciera tener cierto sentido que si se aumentan los sueldos pueden aumentar los precios y dispararse la inflación. Muchos economistas liberales construyen sobre esta línea de razonamiento para arengar, desde un falso supuesto, que los aumentos de salarios producen distorsiones importantes en el “mercado” y, por lo tanto, desbalancean la ecuación en la relación precio de los productos – salario. Es por ello que en los períodos dictatoriales y/o neoliberales es donde más fuerza cobra la idea de eliminar la negociación colectiva y la negociación salarial o, en ciertos casos, más sutilmente, atar los aumentos de sueldo a un concepto que tiene miles de “aplicaciones” e interpretaciones, como lo es la productividad. Esta idea siempre es acompañada además con una segura reforma que involucre reducción de indemnizaciones, modificación de la negociación colectiva; reducción de aportes a la seguridad social; creación de “nuevas” formas de contratación, entre otras, toda ellas a ir cercenando derecho de los trabajadores. (Ver las reformas que se pretenden aplicar en España, Portugal, Grecia o ahondar en las relaciones laborales que se plantearon cono corolario en la década del 90 en nuestro país.) Todo ello tiene su complementación en un posterior laissaiz faire, laissaiz pasaire (dejar hacer, dejar pasar ) que hace a la consustanciación y reinado del Dios Mercatum. Ese razonamiento que pretende defenestrar los reclamos y aumentos salariales se sustentan, precisamente, en una lógica de mercado que poco tiene que ver con la realidad. Para poner un ejemplo, mucho se ha hablado de la participación en las ganancias, pero los empresarios no se oponen a ella por una posible mínima, casi miníscula, exacción de su plusvalía, sino porque ello conlleva revelar información a los trabajadores, para que estos, efectivamente, puedan controlar si se aplica bien la ecuación ganancial. ¿Porque traigo a colación este ejemplo? Porque la información es esencial en cualquier estamento y mucho más en el ámbito de las relaciones laborales. Porque en realidad es una falacia afirmar que los aumentos salariales per se generan o impulsan decisivamente la inflación. Para ver como incide un aumento salarial respecto de la inflación, lo primero que hay que ver es como se diseña la estructura de costos de una empresa y la cadena de valor de la actividad, cuanto más valor agregado tiene el producto menor impacto tienen las remuneraciones en la estructura de costos. La incidencia en el costo de un aumento, como los que se han venido dando y como los que se reclaman, no generan efectivamente grandes impactos en la estructura de costos, motivo por el cual poco se puede argüir desde ese lugar sobre un posible impacto inflacionario. Si el impacto en la estructura de costo de la empresa no es grande, mucho menor lo es en la cadena de valor, por lo tanto queda claro que los aumentos salariales, desde ese punto de vista, no generan, ni le dan impulso a la inflación. La otra cuestión que queda – porque la lógica de mercado así lo exige – es: entendido que el aumento por si mismo no genera inflación, lo cierto es que hay más plata en la calle y más demanda y, como lo bienes son “escasos”, en la medida que se los demandan estos tienden a aumentar. ¿Pero son escasos los bienes y si son escasos por qué? Esta es otra de las “máximas” de mercado cuya respuesta es más simple de lo que parece, los bienes son escasos si no se los produce y, habiendo capacidad para producirlos, no debieran ser escasos. En tal sentido, es importante analizar la cadena de valor y es allí donde encontraremos la respuesta sobre los aumentos de precios y es allí donde se debe actuar. Si la cadena de valor se encuentra “saturada” de intermediarios y, además, los principales productos se encuentran oligopolizados en su producción, distribución y/o comercialización tendremos que en realidad el "mercado” no es un lugar donde juegan libremente la oferta y la demanda, sino que son decisiones de política emresarial que se entremezclan con las de política a “secas” donde los precios aumentan por tales decisiones, que además -salvo alguna batalla comercial concreta, por mayor concentración en el mal llamado mercado- se cartelizan. Lo que hace que en realidad ese imaginario llamado mercado no exista como tal y, por supuesto, sus leyes tampoco. En tal sentido, es claro y evidente que los aumentos salariales y, por lo tanto, los reclamos de esa índole, como la negociación salarial, no juegan, en verdad, un papel importante en la formación de precios. En realidad cuando mediáticamente y desde el establishment se les asigna ese rol es porque se está atacando la redistribución de la renta y los ingresos, pero además se ataca el actual modelo de acumulación para volver a reinstaurar modelos -que no fracasaron, porque los que tenían que ganar ganaron- antipopulares como se está viendo en la Unión Europea
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